jueves, 17 de febrero de 2011

Carnaval llena de esplendor Festival Internacional de Poesía en Nicaragua

GRANADA, Nicaragua — Un colorido carnaval de danzas folklóricas, que evocan la resistencia indígena contra la dominación española, acompañó a poetas de todo el mundo a "enterrar sus penas" en el Lago Cocibolca, durante el VII Festival Internacional de Poesía en esta ciudad colonial.

El desfile fue encabezado por más de un centenar de poetas de unas 50 naciones que se detenían en cada esquina de la ciudad para declamar sus versos en castellano, inglés, árabe y chino, bajo un sol inclemente, en una demostración que duró hasta el anochecer.

"Con la poesía enterraremos la poesía del alma, que vivan los sueños, la paz y la libertad", exclamó la poetisa nicaragüense Gloria Gabuardi sobre un "poeta móvil" al emprender la marcha, al son de vigorosas danzas tradicionales como el baile de Los Diablitos, de la Indita, el Torovenado y el Palo de Mayo, interpretado por grupos del Pacífico y Caribe nicaragüenses.

El carnaval, que el Festival de Poesía dedicó este año a las "tristezas y miserias del mundo", partió de la neoclásica Iglesia La Merced -que los españoles construyeron en 1781- hasta el lago Cocibolca, que bordea la ciudad de Granada, 45 km al sur de Managua.

Con este carnaval "queremos enterrar esos valores que no queremos en la poesía y en el país, como la ignorancia, el engaño y la injusticia", declaró a la AFP, la poetisa y novelista nicaragüense Gioconda Belli, galardonada internacionalmente por obras como Sofía de los Presagios y La Casa Habitada

La idea es "llevar la poesía a la calle" y la tendencia de la poesía moderna que "está cada vez más cerca de la realidad, que es muy intima", destacó Belli, quien abrió las lecturas con su poema "El árbol" que dedicó a la homenajeada del Festival, la octogenaria poetisa nicaragüense Claribel Alegría.

"Yo planté un árbol... esperando que me hablara.. era mío a como nada ha sido mío, pero no me hablaba", recitaba Belli ante una multitud de bailarines y pobladores.
El melancólico poeta paraguayo, Fernando Pistil, declamó emocionado un verso a un fallecido amigo, mientras el dominicano Basilio Belliar llegó a la conclusión, en uno de sus versos, de que "todas las cosas son una sola cosa".

Tras escucharlos, los bailarines reanudaban el paso al ritmo del Torovenado, un baile que rememora de manera simbólica la lucha entre el toro, símbolo de fuerza de los españoles y el venado, una deidad mágica de los ancestros indígenas.

A paso lento, los poetas cargaron sus "penas", bajo el cada vez más intenso sol tropical, acompañados de danzas como el "Güeguense", que se mezclaba con las ruidosas bandas de guerra, bailes caribeños y africanos que interpretaron grupos locales.

Hacia el atardecer, le tocó el turno al poeta de Taiwán y a los de Israel y Palestina, uno de los cuales, Joyce Ashurtenkisn, aprovechó para aplaudir la reciente "liberación de Egipto" y vaticinar la de su pueblo, el próximo año.

El recital culminó lleno de jolgorio hacia el anochecer y bajo una hermosa luna a orillas del gran Lago Cocibolca, donde la muchedumbre bajó de una carroza guiada por dos caballos blancos el féretro que cargaba las "tristezas" de los poetas y lo lanzaron al agua para liberarse de ellas. Luego todos volvieron a danzar.

Fuente: AFP

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