sábado, 28 de mayo de 2011

Policía Uniformado También Explotado


En la ciudad de México hay alrededor de 80 mil policías distribuidos en tres grandes agrupaciones: auxiliar, preventiva y bancaria. Para los altos mandos, esta cantidad de uniformados representa una abundante fuente de ingresos. Es bien sabido, y no por ello menos sorprendente y preocupante, que los policías deben pagar por todo lo que es necesario para cumplir con su trabajo: gorra, escudos, pines, fornituras, uniforme, cartucheras, cinturones, botas, arma, municiones, patrulla, gasolina, refacciones, reparaciones y más. Todo les cuesta, incluida la plaquita con su nombre.

Un elemento de la Policía Auxiliar, del que nos reservamos el nombre, comenta que forma parte de una de las varias organizaciones de policías que se han visto en la necesidad de agruparse y denunciar que los niveles de extorsión y abuso de autoridad al interior de la corporación han alcanzado unos niveles abrumadores; señala que a eso debe agregarse que, para algunos casos, el gobierno del Distrito Federal no considera a los policías auxiliares como trabajadores del mismo, aduciendo que prestan sus servicios a empresas privadas; pero sí les exige que cumplan labores de vigilancia de espacios públicos como si el gobierno les cubriera salarios y prestaciones, como servicios de salud y pago de pensiones.

Las plazas o zonas, tienen un costo, así como el arma y las municiones, el cual ronda los 500 pesos, en el caso de armas cortas, y unos diez pesos por bala. Las horas extra, los dobles turnos y demás tiempo trabajado fuera del horario, difícilmente o, en los más de los casos, nunca se pagan, y la negativa a laborar se cobra en efectivo, se descuenta de la quincena o se paga con arresto o castigos, como la pérdida de la zona de trabajo.

Podemos encontrar la misma historia a lo largo de todo el país: policías que ganan 5 mil pesos mensuales en promedio menos descuentos, cuotas y fondos de ahorro que nunca ven. Sin contar los gastos en equipo, patrullas y los elevados “entres” que van a dar a los mandos medios y superiores. En el caso de las mujeres policía, además de esta situación, deben lidiar con el acoso laboral y sexual de compañeros y superiores.

Lo escalofriante de todo esto es que son los ciudadanos de a pie o “de a coche”, quienes quedan al final de la cadena de corrupción que rige a los cuerpos policiacos. La verdad de la conocida consigna “el pueblo uniformado también es explotado”, se comprueba todos los días en las calles y en los ministerios públicos. A los policías federales no les va mejor. Recientemente apareció en el periódico Metro una nota sobre las condiciones precarias en las que tienen a los agentes en la unidad de Periférico Oriente, donde tienen que dormir en tiendas de campaña a la intemperie porque no hay o no les dejan usar ni las camas ni los baños del interior del edificio.

Las condiciones laborales de la policía de ninguna manera justifican que en todo momento nos quieran sacar dinero, pero nos ayudan a entender que estamos frente a un trabajador sobre explotado por una larga cadena de corrupción y abuso que, de caer en sus manos, pasamos a ser parte de su explotación.

Fuente: MacheteArte


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