martes, 2 de agosto de 2011

Narra Caravana abusos a migrantes rumbo a EU.

Ciudad de México.- Madres de familia, una joven deportada de Estados Unidos y otro más que por primera vez busca el "sueño americano" forman parte de la Caravana Paso a Paso hacia la Paz; su demanda es seguridad y justicia.

Antes de arribar al Senado, migrantes, activistas y familiares de migrantes visitaron ayer la Catedral Metropolitana.
Foto: Reforma/Luis Castillo

'Fui violada por evitar extorsión'

Cuando esta hondureña se encontraba arriba de "La Bestia", el tren que la llevaría a la frontera con EU, fue secuestrada en Coatzacoalcos, Veracruz, junto con otros 25 migrantes, en donde sufrió varios abusos sexuales por negarse a dar los datos de sus familiares para que los extorsionaran.

"En el tren y en Tierra Blanca fui violada por no dar datos, nos llevaron a Reynosa, Tamaulipas, en donde vi como mataron a unos compañeros, vi como a unos les cortaron un dedo o una mano para obligarlos a dar datos. A mí me violaron entre varios para que hablara", contó ayer, durante el diálogo con los senadores.

Y no fue hasta que les dio el número de teléfono de sus padres que dejaron de abusar de ella, pero ni el pago de su rescate le devolvió su libertad.

A ella junto con otras mujeres, la obligaron a ser cocineras de todos los indocumentados que tenían retenidos en una hacienda de Tamaulipas.

Sin embargo, esta mujer logró escapar y cruzar la frontera, debido a que uno de sus plagiarios, se enamoró de ella.

Por unos meses, estuvo en Estados Unidos, pero fue deportada el año pasado a su país.

"Yo sufrí mucho, fue algo muy horrible y ahora mis papás y yo nos quedamos sin dinero, tenemos muchas deudas, pero estoy otra vez en México porque busco que a esos asesinos y violadores los castiguen, pero no sólo a los Zetas, sino a los de la Migración que están metidos en todo esto", expresó.

'Sólo había bolsas en el ataúd'

María Teresa Espinosa juntó todos sus ahorros, pero no fue suficiente, tuvo que salir a pedir dinero en su comunidad a fin de juntar las 32 mil lempiras (20 mil pesos) para que le mandaran el cuerpo de su hijo Gustavo.

Algunas semanas antes, se había ido en busca de trabajo a Estados Unidos, pero en su paso por México, se encontró con la muerte.

Fue en San Fernando, Tamaulipas, una semana antes de que este poblado se convirtiera en noticia por la ejecución de 72 inmigrantes. Ahí, Gustavo y un amigo fueron asesinados con un disparo en la cabeza.

"A su mamá le avisaron de su muerte, hubo contacto con autoridades para la repatriación y le cobraron 32 mil lempiras por los servicios", contó Kiara, una conocida de ellos en el pueblo de Chanchitoyoro, en Honduras, quien se unió a la marcha.

Después de haber pagado el dinero y muchos papeleos, María Teresa recibió el ataúd, pero con la sorpresa de que en él sólo venían bolsas negras y un pedazo de carne descompuesta.

"La familia y sus conocidos estamos luchando por saber qué pasó con el cuerpo, porque mandaron solo el ataúd, nos es posible que además del dolor de la pérdida de un hijo no se le pueda sepultar y se engañe de esa forma.

"En Honduras estamos luchando para se exija a las autoridades mexicanas una explicación y se nos diga que pasó con el cuerpo de Gustavo", dijo.

'Con miedo, pero tengo que seguir'

Por más de una semana, Rodemar escuchó uno a uno los relatos de las madres, que tienen años buscando a sus hijos desaparecidos cuando decidieron ir en busca del "sueño americano".

Uno a uno también escuchó los testimonios de mujeres abusadas sexualmente, de los secuestros masivos, de la extorsión a familiares, de la muerte de sus paisanos en las vías del tren o manos de los tan temidos Zetas.

Sin embargo, Rodemar no da un paso atrás en su intento por llegar a Atlanta, en donde están dos de sus hermanos.

"Cada que escucho un relato, sobre todo el de las madres que lloran porque no saben nada de sus hijos, me imagino a la mía haciendo lo mismo, no puedo dejar de pensarlo, pero hay que jugársela, no hay de otra la pobreza es grande", expresa este joven de 23 años, quien por primera vez intenta cruzar la frontera.

Con una mochila a su espalda de la que pende una pequeña colchoneta y una botella con agua, Rodemar decidió unirse a la marcha en Veracruz y prestar también su voz para decir basta a los abusos.

"En lo que llevo de trayecto todo ha salido bien, me uní a la Caravana porque era más seguro, hay muchas personas que nos cuidan y estamos más protegidos porque hemos podido estar aquí sin escondernos.

'Recorro el camino de mi hija'

Pilar nunca había salido de su natal Honduras, pero esta vez llegó a México a seguir los pasos de su hija.

Hace cuatro años, Yessenia, salió de Tegucigalpa rumbo a EU y nunca volvieron a saber de ella, por eso Pilar se unió a la Caravana Paso a Paso hacia la Paz, en busca de una huella que la ayude a encontrarla.

"Mi hija tiene cuatro años que está desaparecida y así como ella agarró este camino, así yo también vengo por él, pero de sólo mirar como nuestros hermanos deben aguantar frío, hambre y que no tienen un lugar donde dormir, no puedo evitar pensar que todo eso sufrió mi hija", expresó Pilar, quien luchaba por contener las lágrimas.

Por más de una semana recorrió los caminos, los pueblos y los albergues que supone que Yessenia recorrió, pero sin encontrar ninguna pista.

Con el retrato de su hija en la mano, ayer pidió a los legisladores ayudar a encontrarla y proteger a los migrantes que dijo, su país le ha dado la espalda.

Nosotros somos hondureños y no tenemos apoyo del gobierno a pesar de que con las remesas que mandan nuestros hijos, el país ha prosperado, pero yo les pido que a los que pasan por este país buscando el sueño americanos, los protejan porque no vienen con maldad si no buscando una vida mejor", expresó.

terra

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