lunes, 19 de septiembre de 2011

“A 26 años, todavía no estamos listos”

El 19 de septiembre de 1985 los trabajadores de la Cruz Roja recuerdan que aquel día hicieron suyo el dolor ajeno de las víctimas del terremoto.


Foto: Nelly Salas
HERIBERTO ESCALERA.
Han pasado 26 años desde que ocurrió el terremoto de 1985 y las heridas para Javier Heredia, jefe de Radio Operaciones de la Cruz Roja Mexicana, y el paramédico Heriberto Escalera, aún siguen abiertas. Ambos recuerdan aquel 19 de septiembre, cuando hicieron suyo el dolor ajeno.

Ahora relatan cómo participaron en las labores de rescate durante más de tres meses luego de la tragedia. Con diez años como socorrista, el 19 de septiembre de 1985, el comandante Heredia coordinó desde la torre de control de la Cruz Roja Mexicano el traslado de ambulancias, labor que realiza hasta hoy.

En este lugar tiene contacto con la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, con el Sistema de Transporte Colectivo Metro y las distintas unidades de ambulancia de la institución.


“Mi labor ha sido siempre estar en cabina siendo los ojos de la ambulancia. Es lo que hago mejor, ayudar a mis compañeros para que lleguen al lugar en el menor tiempo posible, distribuir, coordinar y organizar las unidades para que lleguen a tiempo y dar atención a gente que no recibe apoyo”, expresa.

Pero el terremoto de 1985 fue un evento de dimensiones catastróficas en el que la ayuda no era suficiente y las unidades no se daban abasto en la búsqueda de personas atrapadas y con crisis nerviosas.

Cientos de lesionados fueron atendidos por la Cruz Roja, el comandante Heredia relata que desde las 7:19 de ese día hasta el las ocho de la noche del siguiente estuvo coordinando las acciones de rescate.

“En ese momento no pensé en mi familia, sino en la institución”, dice con orgullo, y recuerda, “después de 10 horas me di cuenta que todos estábamos tan entregados que no pensamos en nuestros seres queridos. Me dirigí a casa de mis padres en la colonia Popotla y cuando me vieron, preguntaron ‘¿qué estas haciendo aquí?’, agarré mi uniforme y regresé al hospital”, explica.

El comandante Heriberto Escalera explica cómo la calle Benito Pérez Galdós, donde se ubica la torre central de la Cruz Roja estaba llena de víveres, “el estrés era bastante, pero lo que nos dio mucho apoyo fue la solidaridad del pueblo”.

Heriberto vivía en la colonia Roma, zona que fue severamente afectada por el terremoto, “vivo de milagro, mi familia y yo quedamos rodeados de derrumbes”, pero relata que cuando se percató que estaban fuera de peligro, se trasladó a la Cruz Roja donde participó en los rescates de
forma permanente.

“Estuve tres meses en rescates mientras trabajaba en tribunales, estuve día y noche. Sentía mucha impotencia porque la cuestión de infraestructura y capacitación no era suficiente”, dice.

Ahora, 26 años después, ambos coinciden en que la herida continúa, y aceptan con tristeza que a pesar de la experiencia la gente no está preparada para vivir una tragedia de esa magnitud. “Si se hiciera evaluación de la preparación para un sismo, nos daríamos cuenta que aún no estamos listos”.

milenio

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